viernes, 30 de octubre de 2015

E. Verhaeren. II.-AURRESKU DE NIÑOS. -FIESTA DE SAN JUAN EN TOLOSA SAN MARCIAL EN VERGARA.


 Entrábamos dando latigazos a galope en una ciudad viejísima, sobre una roca y lejos de todo ferrocarril. Las campanas vibraron con fuerza y sobre las losas estrechas de la calle, en medio de un hormigueo negro de gente, veíase moverse las notas claras de vestidos azules, blancos y rosa; era un ballet de antiguas danzas eúskaras ó bascas.
     A nuestra izquierda vimos la iglesia con la estatua del Santo Patrono encima del pórtico engalanada con banderas; habían puesto una aureola de linternas alrededor del Santo y flores en grandes vasijas.
     ¿Quién era el santo? -San Juan Bautista, más adorado, más festejado en todo Guipúzcoa.
     ¿Cómo era la estatua? -Un pedrusco hecho por algún escultor de aldea, uno de esos terribles creyentes que pareció entretenerse en torturar la piedra de una manera inocente, esculpiendo Cristos y Madonas. Allí se ven Nazarenos en cruz y Dolorosas en los que se destaca una espantosa tristeza, cuando no es metidos en altares negros es entre vidrieras de armario al resplandor de cirios ó lamparillas y se graban en la memoria como obras maestras de salvajismo y de retorcimiento de dolor. El San Juan que habían adornado encima del pórtico, era de granito pintado. Colores chillando su crudezas a los delicados oídos de las flores que alrededor estaban; la masa de piedra cortada a grandes golpes; la cara del Precursor enjuta, su torso atormentado por la vida austeras, todo su cuerpo consumido y los ojos como abiertos por las apariciones terribles de su desierto.
     El gentío que habíamos apercibido á la llegada se acercó a nosotros. Las notas claras que se movían entre la masa negra eran niños formando una cadena de pañuelos cogidos de mano en mano y el pequeñuelo de un extremo como una dama diminuta bailaba paseando por las calles una antigua danza llamado aurresku. Parábanse ante la case del alcalde ó la de algún noble que ostentaba su escudo sobre el muro. Allí una flauta y un tambor estrecho y largo tocan un aire que perece que descarrila y que pierde el compás para después volverlo á tomar; así me esplicaron que tiene que ser el extraño ritmo de la música vascongada. Los dos instrumentos parece que riñen entre silbidos y redobles de tamboril, pero sin reñir nunca de veras. Los dos niños de los extremos de la columna son los únicos que bailan ó más bien saltan haciendo piruetas con gran seriedad, casi con aspecto triste, entrelazando los pies en el aire como una bailarina. Estos son los dos sobre los que cae toda la responsabilidad de la danza y los que conducen á los demás. En esta antigua ciudad, entre obscuridad de palacios caidos y torres en ruina, toda la gente prestaba atención en el pequeño ser lleno de vida a quien tocaba bailar delante de la Iglesia negra. Terminado el baile se sirvió la merienda a aquella pequeña comparsa al aire libre sobre unas ruinas.
     La comida se componía de pirámides de frutas, montañas de sorbetes, fuentes de limonada.
     Pero todo esto tuvimos que dejarlo porque habíamos resuelto pasar la fiesta de San Juan en Tolosa y dejamos aquellas alturas para bajar a esta antigua capital de Guipúzcoa.
     Durante el viaje en diligencia el oscurecer se alumbraron grandes hogueras en los montes por ser la víspera del gran día que en Guipúzcoa parece ser que le honran en todos sus pueblos con estos simulacros de incendio. Vistos desde el valle abajo parecían cabelleras rubias aquella llamas en desorden y con un poco de imaginación podrían tomarse las estrellas que brillaban alrededor por soberbios alfileres de aquellas melenas despeinadas.
     La población iluminada con faroles y tiroteo de petardos apareció bien pronto.
     Las jotas y fandango llamado ariñ-ariñ duraron hasta tarde, pero no siendo esto más que una pequeña preparación para la fiesta del día siguiente resolvimos acostarnos temprano en el parador de diligencias.
     ¡Oh! qué noche de ruidos y qué madrugada de tin-tan y talan-talan; qué campaneo de campanas nos hizo saltar de la cama al día siguiente traspasándonos la cabeza toda la mañana con su sonido duro! ¡Qué bordoneo que nos rompía el tímpano con su tin-tan y talan-talan con el campaneo de campanas!
     La procesión tuvo lugar. Inmediatamente nuestras miradas fueron para las esculturas de Santos; los pasos que salían aquel día se puede decir de sus cavernas.
     Es que en realidad estas imágenes están talladas con arte latronesco y bárbaro. Desproporcionadas, patizambas, groseramente modeladas y sin embargo soberbias. De expresión torpe ¡pero qué penetrante!
     El rezar cara a cara con estos Santos y Nazarenos debe hacer reir ó alucinar. Así se comprende el magnetismo que puede causar la mirada de ellos en ciertas capillas sombrías. Desgraciadamente ya invaden el país las esculturas modernas á la francesa, insípidas imágenes de confitería.
     Después de cordón interminable de viejos con cirios y cofradías llegaron los curas y dominando aquel grupo sobresalía dorada y reluciente la custodia. Detrás el alcalde con el junco enroscado (1) y cerrando el cortejo los alguaciles con el traje del siglo XVII y dos maceros con dalmática del encarnado propio de diputación, las mazas al hombro.
     Y durante esta hora de manifestación religiosa siempre el mismo campaneo de campanas, entonces más numerosas, repicando más a rebato, las pequeñas, las grandes y toda la calderería amotinada. Ni una sola sonoridad de bronce larga y profunda sino una cacofonía discordante una, disciplina de martillazos rompiendo con sus hierros el tímpano. Por la tarde el alcalde y los concejales acompañados de curas van á vísperas y un grupo de mozos vestidos de blanco, boina encarnada y ancha faja esperan en la puerta formando un arco con bastones ó makilas y espadas de madera para dejar paso al concejo. Son los ezpatadantzaris que van bailando por las calles las danzas bascas á la antigua usanza, abriéndose así el paso hasta llegar á la plaza de rigor, donde se ha de celebrar la corrida de novillos que engalanada con banderas ya está atestada de mujeres en los balcones y convertidos estos en palcos y sobre tendidos improvisados un gentío de mil colores.
     ¿Para qué describir una corrida de toros que es ya cosa tan vulgar?
     Nos contentaremos diciendo que los curas asistieron con el alcalde que presidía la corrida y que todos siguieron al anochecer hasta una alameda oscura donde presenciaron los bailes antiguos Eúskaros. Que las fiestas vascongadas tienen un carácter tétrico por mucha alegría que se les quiera dar. La dominante negra en los trajes, la seriedad de los bailes y cantos, el paisaje y aquel cortejo de alcaldes y curas presenciando los bailes como un duelo, éstos últimos en una postura que siempre es la misma, como pájaros en reposo, que recuerda la de las águilas enjauladas.
     Y todo esto reunido hace ver bien claro el carácter fúnebre que se descubre en esta fiesta española.
     Después describe el artista belga otras cosas menos tétricas, pero aquel día más en sus ideas de que ESPAÑA ERA NEGRA, preguntóme detalles sobre la Semana Santa en Guipúzcoa. Sin exagerar le dije que entonces era la buena época para hacer artículos sobre este país carlista como él lo llamaba y le conté como pude mis impresiones de Jueves Santo en Azpeitia después de oir un miserere de Gorrití, música seria algo alemana, y un sermón larguísimo. La guardia civil de gala como sargentos Federicos de rojo y esperando bajo los arcos de la iglesia el momento solemne de la procesión, con caras aburridas y con los fusiles puestos á la funerala, cosa desconocida en el país de mi amigo. El tiempo, de lluvia fina shiri-miri, como dicen en las provincias, polvillo de lluvia que duró todo el día. Luego la calle principal embutida por la procesión y la larga fila de hijas de María con mantillas negras y la cinta de sierva puesta el cuello. La gran masa entrando en la iglesia, siguiendo su estandarte.
     Las otras callejuelas que no forman parte de la carrera, sin un sér viviente en aquellas horas; una soledad que oprime como domingo en Londres.
     Los pasos de Azpeitia, uno sobre todo con un letrero que dice: "Cristo padesió por pecadores sinco mil asotes" son de más carácter que los de Tolosa, le dije: es una escultura más barbare como él la llama; una talla donde hay más hachazos que otra cosa.
     ¡Oh! ¡quién pudiera venir a España en esa época! me decía.
 Le expliqué lo imponente que era el silencioso cuarto de los Santos después de una procesión, donde los atriles y las cajas de violines viejos están como ataúdes amontonados con los Santos entre olores á humedad y á aire viciado de larga ceremonia eclesiástica.
     Le pinté la tristeza que se respira en aquellos días en esos pueblos tan distintos á los de su país y la imposibilidad de divertirse para los que no son creyentes, pues si buscan distracción en los círculos se encuentran que no hay tresillo ni piano abierto y encima de las mesas de billar se ve una gran cruz echada que forman con los tacos, indicando con las bolas los sitios donde se clavaron los clavos y con los palillos sobre el INRI una corona de espinas mal imitada. Todo esto en señal de luto para impedir que se toque a los tacos durante los dias de Semana Santa.
     "Nom d'une pepette comme je voudrais venir" decía, y rogándome le contara más cosas le dije, que el Viernes Santo en Oñate es también de gran carácter. La iglesia estaba tan oscura cuando yo la ví que casi había que ir á tientas y solamente un rayo de luz caía, como hecho apropósito, sobre el Altar Mayor, resultando el Cristo y la Dolorosa muy en alto sobre unas gradas llenas de chiquillos y el rayo aquel de la lucerna caía para alumbrar la aparición como único punto luminoso entre la masa negra del pueblo en tinieblas.
     La procesión es una de las más hermosas que ví en España. Los niños de las escuelas esperan de rodillas formando cordón en la ancha plaza de edificios antiguos con el gran morado del monte Aitzgorri dominando allá en el fondo.
     "¡Oh nom d'une pepette, nom d'une pepette! repetía.
     A pesar de no ser Semana Santa no quiso dejar Guipúzcoa sin ver Loyola y Azpeitia.
     Como hombre del Norte acostumbrado á las catedrales góticas no le entusiasmó nada el estilo barroco que él llamaba rococo que domina en Loyola preocupándole únicamente los curas que por allí van y vienen siempre en la misma postura que los de Tolosa es decir de pájaro en reposo; la mano derecha dentro del puño izquierdo, la otra en el puño derecho que parece que un brazo es la continuación del otro.
     No dando importancia á sus artículos de impresiones de España para l'Art Moderne periódico de Bruselas se metió el poeta en su poesía; entonces estaba acabando su libro "Les Debâcles" donde hay algunos trozos inspirados en nuestro país, trozos tristes, por supuesto.
     Hablaba poco y observaba mucho sacando partido de cosas que á nosotros no nos chocan por ser españoles.
     Llegó á distinguir los toques de entierro, de párvulo, de salida de viático y aún el de agonía, esas cinco campanadas que seguidas de un silencio anuncian en Guipúzcoa cuando alguien se muere.
     Le chocaban estas cosas y era natural que le chocasen. Ya sabemos que hay que tocar á muerto, pero ¿para qué anunciar el momento crítico de la agonía? ¿No son estas cosas propias de un país que es amigo de la muerte?
     Fuimos á la fiesta de San Marcial de Vergara en el tren juguete que sube y baja como montaña rusa llegando la víspera, dia de San Pedro que ya festejan este día con banderas en la torre, gran campaneo de calderas como las de Tolosa y lo más chocante con cuatro cirios ardiendo en el pórtico de aquella parroquia.
     Lo mejor del pueblo se ve desde fuera y es el panorama con el Campo Santo entre prados en medio del valle, cuya capilla vista de lejos hace pensar en esos cofrecillos antiguos de reliquias y los paisajes en ciertos fondos de cuadros primitivos. Pero el pueblo con sus torres de estilo barroco y casas solariegas, hace abandonar esta idea y se tiene nostalgia de líneas góticas, pensando lo bien que armonizarían con el carácter serio de estos pueblos y en estos valles grises algunas torres caladas de un arte gótico bien puro.
     Aquel día hubo títeres en la plaza entre Vergareses de perfiles largos y afilados como sables, hubo también iridiarena con silbo y tamboril; pero en medio de tanta diversión, al oscurecer volvimos á ver los cirios encendidos en el pórtico de San Pedro llamando á la gente a la salve. Al día siguiente es la romería en la ermita de San Marcial á la que se llega por entre vía-crucis y bosques espesos. La capilla está oculta entre grandes castaños, no viéndose más que humos azules que parece que todo el bosque está incendiado. Son las hogueras para las meriendas. Las comilonas al aire libre no podían extrañar nada al que está acostumbrado en Flandes á ver los cuadros de Teniers al natural. Por todas partes se tropieza con mesas y cazuelas alguna de estas demasiado pequeñas para tan grandes jigotes y en medio de tanta diversión había cosas que entraban en el orden de ideas negras de nuestro artista. Los cantos vascongados que se cantan por grupos al regreso hacia la villa son capaces de entristecer a cualquiera más aún cantados en tono de pitimas de sidra que son siempre tan tristonas. El baile se acaba temprano y los últimos resoplidos del flautista que no puede ya más son hácia las nueve de la noche en la plaza. A esta hora en que empiezan á divertirse en otras provincias de España todos se retiran allí y vuelve á reinar el silencio de todo el año, contrastando con la soledad de aldea la iluminación de faroles en los grandes edificios de piedra; palacios nobles que alquilados cuestan cinco ó seis reales diarios.
     El fin de fiesta no podía ser más triste y entre todos los recuerdos el que quedaba más impreso eran los cuatro cirios ardiendo bajo el pórtico de la torre ocre.

 (1) Éste es el símbolo de mando que usan los alcaldes en Guipúzcoa

VERHAEREN, E., REGOYOS, D.: España Negra,  Ed. Hesperus, 1989, pp 41-54.

E. Verhaeren: I - POR LA COSTA CANTÁBRICA


     Buscábamos una diligencia a todo trance con mulas viciadas, dispuestos a rodar por los precipicios, a romper los arreos y matar al mayoral. Los paisajes hacían desearlos; con furia de artistas íbamos preparados a lo que nos reservase la casualidad; guisotes rojizos, calamares negros, quesos petrificados; la posada grasienta y perforada por los insectos. Buscábamos algo nuevo y distinto de lo que ambicionan los ingleses que en sus viajes no buscan más que el confort, comodidades, uno mesa servida a hora fija por manos de groom estirado con frac y pechera tiesa. Nada de esto; comer lo que salga ó dormir en un divan ¿qué importa? puesto que hay aire puro de montañas y mar; sol y sombra á elegir para disfrutarlo. ¡Oh, notarios, dentistas, fabricantes de biberones ó jeringas que forzosamente necesitais descansar vuestras posaderas en asientos bien mullidos y los platos emperejilados! Ellos y los ferro-carriles han vulgarizado la pasión de los viajes. Ahora son estos lujo que se paga uno ó cumplimiento de la promesa que se hizo a la mujer ó a los niños si son buenos. Del delicioso ensueño que antes era ir a la ventura en busca de lo desconocido se ha hecho hoy una distracción metódica, uniformada para "libro de memorias".
     -¿No falta nada? -esta es la sola reflexión que se hacen al hacer el baul.
     ¿Quién es Bædecker? el más soso compañero de viaje que he conocido. ¿Y Joanne? un pedante geógrafo cuyos libros debían condenar al presidio de las bibliotecas de provincias. ¿Se recorre el mundo para coleccionar estadísticas, conocer los hoteles más chic ó profundizar el estudio de la historia?
Diligencia vascongada
     Buscábamos una diligencia -decía- la más desvencijada, la más semejante á una caja de contrabajo, la más rechinante que hubiese. Esto tenía que encontrarse en un país con aldeas construidas como a bofetadas contra las laderas de la costa Cantábrica, país salvaje con caminos apropósito para equilibrista de cuerda floja.
     Se realizó nuestro deseo. No era la diligencia de Gautier con su zagal y postillón que quizás fué bonita pero decididamente profanada por la ópera cómica. Era otra cosa: un armario amarillo y negro tirado por caballos, mulas, y en las cuestas por bueyes, que aparejados juntos sudaban obedeciendo á los latigazos entre sapos y culebras lanzados por la boca del mayoral. Entre ¡aida! y ¡arrayua!, poco a poco se vencen las cuestas y entre galopes y trotes con acompañamiento de ruedas y correas se hacen muchas leguas. A lo mejor hay una parada sin saber nadie porqué, escepto el mayoral que sino es para echar una copa sabe que ha dado cita la víspera a un amigo para tratar de algo que interesa á los dos y la diligencia entera esperando. Luego aquellas entradas alegres en los pueblos desempedrando calles y rechinando hierros que parece debían romperse los cristales de las ventanas a nuestro paso.
     Una vieja había tomado sitio la última en el pescante. ¡Oh! qué viejas esas de España que muchas parece que han asistido a la agonía de Cristo! De repente se puso a tararear una canción lejana, pero cantada con aquel temblor de vejez y sus manos de un amarillento de madera no hicieron un movimiento apoyadas en sus rodillas. Parecía acordarse de algo triste que nadie más que ella podía saber.
     Atravesamos paisages con grandes reflejos de colinas verdes en el río que traían a la memoria cuadros de Courbet; otras veces se descubría el mar con falaises ó con rocas formando dragones monstruosos; marinas de Monet; después era un efecto de Rousseau ó bien de Corot lo que aparecía. Pero por encima de todo se piensa en algo que no se ha pintado nunca; en el cuadro que cada uno lleva grabado en sí, original y fatal que persigue a cada paso y del que se ven fragmentos en ciertos sitios, sea en aldeas, valles ó costas.
     Los pueblos desfilaban; calles en que los tejados se dan como cornadas de borrego con sus canalones enfrente unos de otros; balcones que avanzan hacia la mitad de la calle con ropa secando como un festejo de colgaduras y banderas; puertas con clavos y aldabones, escudos tremendos cubierto alguno de paño negro en señal de luto como una cara vendada. Hojas de hiedra y flores en los balcones formando jardinillos de hierro carcomido por los años y el salitre; luego una iglesia color pimienta de Cavena y piedra pómez con el mar a sus piés. Llegábamos a Guetaria la vieja. ¡Cuántas iglesias de esas hemos visto por los rincones de nuestros viajes en la España apartada! El pasado de esta última debió ser trágico al parecer. Su rosetón tenía piedras embutidas reemplazando vidrieras que faltaban y dejando abrirse apenas una lucerna por donde entraba una pequeña claridad. Por debajo del edificio á manera de tunel estrecho está la salida al muelle. El interior en estado ruinososo y obscuro como una mina. Mártires vestidos como maniquíes se adivinaban sobre los altares y una lamparilla sola, rojiza ardía delante de un S. Antonio, silueta siniestra. Las columnas elevándose altísimas, las ojivas entrelazándose arriba y al ver la base enorme, de la torre aquella mole dedicada á santo tan pequeño, produce gran impresión y asusta. Al exterior dos campanas verdes de bronce empezaron á tocar al angelus mientras una lagartija se ocultaba como relámpago entre las piedras acribilladas de agujeros en aquel muro que parecía hecho con esponjas.
     Los puertos de estas costas son gloriosos de suciedad y de abandono. En las calles se peinan las mujeres.
     -¡Oh! ¡qué cabellos se ven negros interminables! Se dá de mamar á los niños y de las puertas obscuras salen gatos para roer huesos anacarados de merluza ó de dorada en los montones de basura recibiendo el forastero con mirada terrible de gatos monteses no acostumbrados á ver gente. Pero esta suciedad hay que perdonarla; vale más taparse la nariz seguir adelante porque gracias a la falta de cuidado se piensa poco en demoler, menos en modernizar y jamás en restaurar; todo tiene cierta poesía para el artista: torrecillas truncadas, losas gastadas, goznes torcidos, la vejez en todo reinando siempre.
     En el campo y aldeas es todavía mayor esta dislocación de cosas; ni tejas ni contra ventanas de los caseríos están en su sitio.
     Los carros de ruedas planas sin rayos van tirados por bueyes. ¡Qué gusto da oir la música lejana de sus ejes para avisar la llegada en los caminos estrechos de que están horadados los montes! Gracias á este ruido un carro espera a otro para hacer el cruce en los apartaderos. Los dos bueyes unidos parecen formar un solo animal, los cuernos atados al yugo y pendiendo del testuz borlas de sangre como despojo de guerra, la cabeza avanzando.
     En las tierras, mujeres de azul ó de negro con ancho sombrero de paja segando el trigo; los hombres con la herramienta vascongada llamada laya trabajando la tierra á mano de manera tan primitiva, grandes pedazos de terreno que mete miedo ver faena tan dura. Los tipos puramente vascongados, pómulos poco salientes, nariz de águila, labios finos, barbilla afilada y la inseparable boina en la cabeza, esta, pequeña, enclavada en anchas espaldas. Movimientos discretos de brazos y la tez curtida por el sol.
     Otro pueblo vimos caido como juego de bolos en la falda de un monte; cuando llegamos se celebraba en la iglesia destartalada el funeral por una difunta. Según la costumbre del pais delante de cada mujer arrodillada los carretes de cera ardiendo sobre paños negros estendidos en el suelo iluminaban por debajo todas las cabezas; los pequeños cirios con su luz cruda destacaban las arrugas de aquellas caras inclinadas, las frentes lustrosas con mechones de pelo gris y las manos juntas teniendo los rosarios. Era una devoción imponente.
     El suelo desaparecía bajo tantos bultos prosternados y negros.
     Mil lucecitas en un altar alumbraban un cristo flaco y huesudo con falda morada y corta. Inolvidable aquel canto desigual y sin órgano que duraba horas; especie de súplica monótona, gutural pesada, la voz del cura más triste aún que las del coro del pueblo.
     Concluido el funeral cada uno apagó su cirio con los dedos mojados de saliva. Las mujeres por su lado desfilaron y el duelo compuesto de hombres solos con capas enormes acompañaron a la difunta al campo santo. Allí dos grandes cipreses como candeleros negros se destacaban sobre el mar. El terreno era con guijarros salpicado de cruces bajas; un rosal en un rincón y tablas de ataud al lado de la puerta todavía con girones de paño y los clavos que habían estado bajo tierra.
     En el depósito de trastos y herramientas de todo cementerio español entre pedazos de un sombrero deshecho y de botas con elásticos, vimos un montón de huesos el descubierto que era ni más ni menos que la fosa común con dos cajitas de niño vacías y casi enteras en primer término.
 Los muertos en aquel pueblo no los tratan de una manera envidiable y la pala del sepulturero que se apercibía sobre unos terrones no estaría mucho en reposo.
     Me dijeron que cuando después de dos ó tres años de enterrar a un pobre nadie paga por él, su cuerpo aún en estado de descomposición es allí donde viene a parar.
     -Aquí el poeta empieza á exaltarse; dice que quiere ver los cementerios en todos los pueblos que visitemos y es curioso seguirle en su manera de ver nuestro país hasta llegar á crearse él una ESPAÑA NEGRA.
     Aquel día después del entierro seguimos a los viejos de las capas que fueron a la casa de la difunta para rezar el Padre Nuestro por el alma del primero que había de morir entre los que allí estábamos presentes, como es costumbre hacerlo en el país Eúskaro, y miramos de refilón á la puerta de entrada, viendo en el fondo varias mujeres gordas y enlutadas dando el pésame á una que lloraba.
     Así se acabó el día de impresiones tan extraordinarias para un artista que viene de Flandes y muy vulgares para nosotros que las vemos tan amenudo.
     Regresando a la posada decía el belga abriendo ojos de espantado y mirando por encima de sus lentes: "En tu país la muerte debe hacerse du bon sang; en las iglesias la celebran como una gran Santa y en el cementerio la ceban como una glotona."
VERHAEREN, E., REGOYOS, D.: España Negra,  Ed. Hesperus, 1989, pp.31-40.

E. Verhaeren: III.-IMPRESIONES DE VERANO EN GUIPÚZCOA.



     Si la pluma de un pintor pudiera ir con la del gran poeta flamenco describiría la vida que hacíamos en San Sebastián, huyendo del paseo y de los bailes del casino que no eran para nuestros gustos; esplicando detalladamente nuestras conversaciones y correrías por los pueblecillos vascongados; pero ¿cómo no meter la pata en literatura? Limitémonos á las sensaciones de pintor aunque se vea en ellas un estilo pobre de pluma torpe.
     El objeto es seguir los progresos de la visión tétrica que nuestro artista se formó sobre España y que si algunas veces la encontraran exagerada no deja de encerrar mucha verdad, sobre todo el capítulo titulado España Negra que es su último artículo enviado á "l'Art Moderne" hablando de la funeraria, del Museo del Prado y del sitio de El Escorial.
     Aquel me decidió á reunir todas sus notas sobre España, pero es preciso antes esplicar el viaje que motivó dicho artículo.
     Diré que el belga era el mejor hombre para sacudir del embrutecimiento que da la vida de provincia, obligando á uno a visitar hasta las sidrerías para conocer sus impresiones.
     El baile de los domingos en la playa llamada de El Antiguo debiendo ser vulgar para el que lo vé muy a menudo me parecía sensación nueva por las observaciones del hombre que viene de Flandes y compara los bailes sensuales de sus paisanos en las Kermesses flamencas con la sencillez de las donostiarras bailando sin hombres, que eso sí que causaría risa en Flandes; sobre todo la seriedad de las mujeres, la distancia de las parejas sin tocarse y sus movimientos discretos de brazos era lo que á él más le estrañaba.
     Si la línea alegre es en pintura la que tiende á subir y la triste la que cae ó va hácia abajo, en estos bailes vascongados se puede decir que hay más líneas tristes que alegres en las formadas por los brazos en movimiento. Y por esa falta de alegría tenía que gustarle al hombre de ideas algo tristes.
Pescadores de sardinas.
     Cuando la sombra de los montes se iba estendiendo y que el último rayo alumbraba aún en el castillo de la Mota iba á empezar la hora interesante de harmonías pictóricas sin crudezas; entonces nos instalábamos se puede decir para escribir los dos, pues el pintor á esa hora hermosa tiene la desgracia de no poder utilizar una sesión larga de pintura por lo poco que dura la luz; y siendo así ¿cómo ha de trabajar sino escribiendo notas de aquel efecto que se va? 
     Mirábamos girar los sayas y moverse las cabezas, los moños por encima de la línea del mar y los tamborileros, flaco el uno como con hambre de tragarse el silbo, y gordo el otro redoblando hasta que llegaba la noche.
     Nuestros paseos en S. Sebastián eran casi siempre por el lado del mar. Si dominábamos éste desde el castillo de la Mota por la tarde, veíamos el regreso de las lanchas de pesca; mirando hácia Francia eran las velas de diferentes blancos según la distancia y dispuestas en escala como notas de música, las lejanas de un blanco sucio y fundidas con el gran azul; las más cercanas de blancura planchada como inmensos cisnes de Lohengrin, pero dominadas por otro blanco aún más potente, el de las olas rompiéndose bajo en las rocas y espumando entre el verde vidrioso del agua su complementario de nieve rosa.
Peregrinación en Cabo Machichaco.
     Mirando á Vizcaya todo cambiaba, el crepúsculo reflejándose brutamente en el mar convertía la línea obscura de horizonte en campo de ajenjo cortado por los montes de Machichaco y la gran masa azul en reluciente chillería impintable de luces metálicas. Los barcos también cambiaban de color y las velas que antes eran claras se convertían ahora en siluetas negras entrando en el agua reluciente á contraluz.
     Seguíamos con los ojos desde la tierra los lanchones para ver la llegada del pescado bajando al muelle donde un artista nunca se aburre; allí hay marinas que vistas al través de las redes puestas á secar forman telones estraños como cuadros de pintura pointillée ó puntista. Entre todos las distracciones se va uno principalmante á los pescadores que vienen en sus lanchas dominando la masa de sardina como cargamento de plata, á las mujeres que esperan sus hombres de mar y á otras mil faenas de marineros con las cuales se puede hacer un arte de puertos con asuntos muy variados.
     Así esperando que la sarten de Madrid no achicharrara para ir á estudiar el museo del Prado, las escursiones por Guipúzcoa se repetían.
     Del San Juan Bautista de Tolosa pasamos al San Juan Degollado en el cabo de Machichaco, fiesta muy curiosa en una isla llamada Gaztelugache separada de aquel cabo por un puente. En lo alto de la peña hay una ermita donde todos los años hacen una peregrinación mezcla de religiosa y divertida.
     La parte divertida está en el lado de Machichaco, viéndose de allí el peñón de los fieles en conjunto; una reunión de gente lo cubre formando un sendero de grandes revueltas que termina en la ermita. Si esta gente se moviera podría hacerse la comparación tan conocida de hormigueo y camino de hormigas; pero son puntos quietos y muy negros; son mujeres arrodilladas con mantillas que parece que rezan. Nos dijeron que se arrastraban de rodillas á paso de tortuga por aquel penoso calvario, pero desde allí no lo creimos pareciéndonos que estaban quietas. La gente que no es devota se queda en esta romería del cabo y se pone bueno el cuerpo de comilona y bailoteo debajo de los grandes castaños, durando la fiesta hasta la noche que bajan á Bermeo ó Báquio bailando siempre y bebiendo chacolí. 
     La parte religiosa y triste se encuentra en las mujeres que suben á la isla; el martirio de esta ascensión no se comprende hasta verlo de cerca; algunas van vestidas con el hábito que dá á las españolas el caracter de penitentes; los niños de negro ó morado con la fúnebre harmonía de coronas amarillas en la cabeza cumplen también las promesas de sus madres. Entónces el que va allí como curioso vé el contraste de aquellos tristes que se martirizan con los que se emborrachan en la romería y aún para el que no es creyente los arrodillados resultan admirables.
     Esta fiesta era bastante para dar la visión de una España Negra en que la alegría vá mezclada con la penitencia; se diría que era rebuscada y fuera de lo ordinario, pero estaba de Dios que sin querer nosotros la escena de nuestro país se había de arreglar á cada paso de una manera trágica y á favor de Verhaeren.
     Una noche paseando por el boulevard de S. Sebastián vino á sorprendernos allí un Viático y como es natural en España la banda dejó una sinfonía de Beethoven por la marcha real española; todas las mujeres en gran toilette cesaron de dar vueltas á la "noria" (así llamada por su rutinario modo de pasear) y se arrodillaron, como también los hombres. Entonces el poeta aunque ya había visto el Viático en España quedó más asombrado, su emoción fué grandísima; siguió la procesión y metiéndose entre los que llevaban los cirios exclamaba:
     "¿Cómo tienen tanto poder esa campanillita y esas velas encendidas? En mi país se lleva el Bon Dieu en el bolsillo sin que lo sepa la gente". En su cerebro bullía más la España severa que él se había forjado.
     Por fin dejamos San Sebastián empezando el viaje con un gitano que iba la feria de Pamplona y en él fijaba la atención mi amigo de tal manera que no miraba el camino, despreciando el paisaje creyendo que lo tendría este hasta Madrid. No sabía que subiendo á los altos páramos del centro de España, que pudiéramos llamar nuestras Pampas ya sea el pueblo Tafalla, Burgos, Madrid, Teruel, Cória, etc., etc. todo es lo mismo, el desierto... y hay que despedirse del color verde y de las frescuras del paisaje en general.
     Él buscaba un país triste, pero bien triste iba á ser todo; el campo se tenía que convertir en cadavérico paisaje y á él, hombre nacido entre las praderas rubias de Flandes y bajo grises aterciopelados, sin durezas ni tonos brutales, tenía que hacerle más efecto que á otro cualquiera el aspecto de los pueblos del mismo color de hueso que las caras de la gente, la aridez en todo, el clima implacable.
     Para pintar aquellos campos perece que hace falta una nota de luz que sirva de dominante como el último rayo de sol rojizo o anaranjado que forme sus complementarios ú oposiciones azules, y si es en invierno una luz solar algo eléctrica de un amarillo limón con sus complementarios violáceos. Hace falta en fin una luz de tinta muy marcada que haga cantar el conjunto entonando aquellos pardos incoloros y muertos. No siendo así Castilla es antipictórica, sin sol, porque no dice nada; todo es de coloración neutra y con sol elevado porque la paleta es impotente para reproducir aquellas vibraciones de luz tan brutal y tan blanca.
Mendiga de Castilla.
     Habíamos formado un itinerario hasta Madrid con paradas en sitios artísticos. Para ver bien un país había que visitar los pueblos pequeños y para conocer los tipos interesantes era necesario viajar en 3ª Así lo hicimos al salir de Guipúzcoa.
     En Alsasua todo cambia viniendo de Guipúzcoa. Allí empieza la tragedia del paisaje cuyos montes cuadrados en forma de mesetas hizo muy bien Verhaeren en comparar á grandes catafalcos de paño negro. Los personajes de aquel teatro son también otros tipos opuestos á los guipuzcoanos y de traje más pobretón que los de Zumárraga á tan poca distancia de allí. La diferencia de líneas de la distinguida raza basca y la castellana es tan grande hasta en los mendigos que sabría uno diferenciarlos desnudos. Una vieja vimos en la que se reflejaban las miserias del país, seco, de cerros pelados; en su cara pajiza y descompuesta se veían los colores de aquellos desiertos y las huellas de la vida de sufrimientos en tan duro clima. Sus arrugas conservaban la misma contracción sin duda de muchos años como sugeta por un resorte de tanto guiñar los ojos, luchando contra la luz fuerte; ese visage que queda fijo en la gente que vive al sol envejeciéndola antes de tiempo.
     Entramos en las arideces de España por el valle de Catafalcos como había bautizado el poeta al Araquil, dirigiéndonos á Pamplona á la fiesta de San Fermin chico.
     Dejemos ahora hablar al belga describiendo el gitano compañero de viaje, personage con guitarra y de gran carácter. Aquel dice así: "En un wagon de 3ª camino de Pamplona espatarrao sobre el banco del coche enfrente de nosotros, la boca entreabierta, retorcía un pitillo con movimientos bruscos y fumaba mirando por la ventanilla, abstraído, su alma á cien leguas. Dos mechones de pelo ensortijado cubrían sus sienes; los pómulos como puños, barbeta como un codo pero con pelos como patas, picado de viruelas y con una cuchillada que por añadidura lo cruzaba la cara. Soberbio tipo de fealdad ruda y fuerte con una costra más bien que una piel en su cara.
     En una estación de pueblo navarro quedó vacío su compartimento y desde el nuestro te vimos acurrucarte en un rincón y sacar de debajo del asiento un guitarrín colorado, malo é incompleto de cuerdas; se puso á cantar bajito una malagueña con voz gangosa y aunque cantaba para él se oyeron en la copla las palabras muerte, sangre, que son de cajón en los cantos andaluces y su canción le hacía soñar, indiferente á los que le mirábamos. No separando la vista de él no sé por qué no le declaramos la admiración que nos causaba. Hubiéramos querido unir nuestro viaje al suyo, á su vida canalla de vago yendo y viniendo por todos los caminos. Por qué no conocer su vida y disfrutar de ella?"
     Más tarde supimos que iba á comprar los caballos muertos de la corrida para esplotar la manteca y la piel. Este hallazgo de un matón; de un sacamantecas como compañero de viaje tenía que figurar en los artículos de l'Art Moderne.
     Era el hombre apropósito para nuestro belga, el que tenía que salir varias veces á nuestro encuentro en la fiesta de Pamplona. Esta era la de San  Fermin el chico como dejo dicho y que nada tiene que ver con el grande, donde teníamos que ver una corrida de toros y como en la otra fiesta era de rigor asistir al encierro de toros en la calle de la Estafeta que es célebre por este motivo. Tomamos posesión de un mal cuarto como es costumbre hacer este día con tal de tener balcón á la calle de la Estafeta para la madrugada y mientras al acostarnos veíamos por las puertas de vidrieras hombres y mujeres desnudándose en los dormitorios, pensábamos la noche que ibamos a pasar de martirio sobre colchones por el suelo esperando la recompensa del día siguiente.


VERHAEREN, E., REGOYOS, D.: España Negra,  Ed. Hesperus, 1989, pp 55-66.

jueves, 29 de octubre de 2015

François-Victor Fournel


François-Victor Fournel est un érudit, écrivain, journaliste et historien français né à Cheppy le 8 février 1829 et mort à Tessé-la-Madeleine le 7 juillet 1894. Il collabora à divers journaux, dont le Français (sous le pseudonyme de Bernardille) et Le Correspondant, et fut critique littéraire à la Gazette de France.
Érudit, passionné par l'histoire du vieux Paris, auquel il a consacré plusieurs ouvrages, entre autres Ce qu'on voit dans les rues de Paris, en 1858, Les Cris de Paris en 1887, il a également assuré l'édition de textes du XVIIe siècle et publié des comédies oubliées de la même période et sur l’histoire littéraire (La Littérature indépendante et les écrivains oubliés, essais de critique et d'érudition, sur le XVIIe siècle, publié en 1862). Il consacra également de nombreuses études à l'histoire du théâtre.
Victor Fournel ne payait pas de mine ; d'une mise plus ou moins négligée, mal tenu, distrait, il était fort difficile de deviner en lui le savant habitué de la Bibliothèque Nationale et des Archives.
Sous un nom d'emprunt, Edmond Guérard, il a publié le Dictionnaire encyclopédique d'anecdotes modernes, anciennes, françaises et étrangères.
Décédé d'une pneumonie à Tessé-la-Madeleine, ses obsèques eurent lieu en l'Église Saint-François-Xavier de Paris.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Routhier, pag 29


“Imaginez une colline, ayant trois sommets en forme de cônes et hérissés de sapins verts ; supposez que ces cônes et leur végétation soient de pierre sculptée, ouvragée, ciselée, et que tous les vides de ce feuillage étrange soient remplis de statues d'anges, de saints, de martyrs, de chevaliers, de guerriers, de moines, de figures mythologiques, de monstres, d'animaux, et vous aurez peut-être une idée imparfaite de l'aspect extérieur de cette cathédrale.”

ROUTHIER, A. B. Lettres de voyage à travers l’Espagne.1889, page 29

“Imagine una colina, que tenga tres cumbres en forma de conos y erizados por abetos verdes; suponga que estos conos y su vegetación estén rellenos de de piedra esculpida, labrada, cincelada, y que todos los huecos de este follaje.
E
xtraño sean rellenados (1) de estatuas de ángeles, de santos, de mártires, de caballeros, de guerreros, de monjes, de figuras mitológicas, de monstruos, de animales, y tendrá usted posiblemente una idea imperfecta del aspecto exterior de esta catedral.”

(1) estén llenos

¿de qué catedral está hablando?

DAVILLIER, pag 759


“Herrera le Vieux (*) qui fut emprisonué sous l'accusation d'avoir fabriqué de la fausse monnaie.”


DAVILLIER, L’Espagne, pag 759


“Herrera el viejo que fue encarcelado acusado de haber fabricado monedas falsas.”

(*) Francisco Herrera, el Viejo (Sevilla; h.1590 - Madrid; h.1656); pintor y grabador español del Siglo de Oro.

La citra debe ser más amplia no sabemos a cuento de qué viene esta referencia literaria, y es ahí en lo que no ha recogido donde está la cuestión que nos interesa.

Davillier, page 765




''Comme en Espagne les chansons populaires embrassent les sujets les plus divers, il est naturel que chaque parti ait ses coplas dans le Cancionero popular.''

DAVILLIER. L’Espagne 1874, page 765

Como en España las canciones populares abarcan los temas más diversos, es natural que cada lugar tenga sus coplas  en el Cancionero popular.



DAVILLIER, pag 759


“Nous nous rendîmes, pour employer notre soirée, à l'unique théâtre de Vitoria.”

DAVILLIER, L’Espagne, pag 759

“Nosotros acudimos, para emplear nuestra noche (1) en el único teatro de Vitoria.”

(1) velada, al

Davillier, page 748

"La place nous manque pour parler des Iluminadores, dont on conserve de beaux ouvrages depuis les bibles, missels, libros de coro, etc., dont quelques-uns remontent au dixième siècle."

Davillier, Jean-Charles. L’Espagne, 1874 con ilustraciones de Gustavo Doré, page 748

"Nos falta sitio para hablar de los Iluminadores,cuyas (1) obras conservamos desde las biblias, misales, libros de coro, etc., de las que algunas remontan al siglo X."

1 hermosas

Davillier, page 752

"Après avoir quitté la station de Miranda de Ebro, nous suivons pendant quelque temps le Zadorra, rivière encaissé et rapide, l'un des affluents de l'Èbre."

DAVILLIER, Jean-Charles. L’Espagne, 1874, con ilustraciones de Gustavo Doré

"Después de haber dejado la estación de Miranda de Ebro, seguimos durante un tiempo el río Zadorra encajonado y rápido, uno de los afluentes del Ebro."

Routhier, page 28

"Ce sont des jeunes filles qui nous servent; pas jolies, mais souriantes, égayées, et avec les yeux flamboyants des Castillanes. Mon langage les amuse, mais je réussis á me faire comprendre et je jouis de leur bonne humeur."

ROUTHIER, A. B., Lettres de voyage á travers l'Espagne, 1889, page 28

"Estas son las chicas que nos sirven; poco atractivas, pero sonrientes, alegres, y con los ojos que brillan(1) de las castellanas. Mi lenguaje les divierte, pero consigo hacerme entender y disfruto de su buen humor."

(1) brillantes

DAVILLIERS, page 791


"Á Zumárraga, un bourg voisin d'Azpeitia, la patrie d'Ignace de Loyola. Nous sommes dans la province de Guipúzcoa, une des plus avancées de la Péninsule sous le double rapport de l'instruction de l'industrie."



DAUVILLIERS, L'Espagne, page 761



"En Zumárraga, una villa vecina de Azpeitia, la patria de Ignacio de Loyola. Estamos en la provincia de Guipúzcoa, una de las más de las más avanzadas de la Península bajo la doble aportación de la instrucción de la industria."


De Paris à Cadix, page 32


"Quant aux armes, il n'y fallait pas songer, on voyait dans chaque voyageur portant une canne à épée un carliste, un républicain ou un espartériste."

DUMAS, A (padre) De Paris à Cadix, editions Francois Burin 1983, page 32

"En cuanto a las armas, no había que pensar en ellas, se 
podía ver en cada viajero que llevaba un bastón espada a un
carlista, a un republicano o a un esparterista (*)"

*Persona proveniente de un movimiento iniciado por el Ejército Real en España dirigido por Baldomero Espartero



Davillier, page 743

"D'autres villes, telles que Bilbao, Calatayud, Guadalajara, Ricla, Pampelune, Peñacerrada, Ségovie, Tolosa, etc., étaient également renommées pour leurs armes. "


DAVILLIER, Jean-Charles.  L’Espagne, 1874 con ilustraciones de Gustavo Doré.


"Otras ciudades, tales como Bilbao, Calatayud, Guadalajara, Ricla, Pamplona, Peñacerrada, Segovia, Tolosa, etc., fueron también famosas  por sus armas."


Routhier, page 26



''Il faisait un froid sec, comme nous en avons en décembre au Canada, et dans le ciel devenu serein la lune escaladait les plus hautes cimes de la Sierra Demanda. Un omnibus traîné par deux mulets, et dont les ais mal joints craquaient affreusement''

ROUTHIER A.B. Lettres de voyage à travers de l'Espagne 1889, page 26

Hacía un frío seco, como el que tenemos en diciembre en Canada, y en el cielo sereno la luna escalaba las cimas más altas de Sierra Demanda. Un omnibus arrastrado por dos mulas, y cuyos tablones mal ensamblados crujían horriblemente.


(2) cuyos tablones mal ensamblados crujían

Davillier, page 748


"On connaît les noms de plusieurs des ces habiles bordadores, qui étaient de véritables artiste, et formaient un gremio, comme les plateros et les vidrieros dont nous venons parler."

DAVILLIER, Jean-Charles.  L’Espagne, en 1874 con ilustraciones de Gustavo Doré, page 748

"Conocemos los nombres de varios de estos hábiles bordadores, que eran de verdaderos artista, y formaban un gremio, así como los plateros y los vidrieros del que venimos para hablar."

Biographie de Alexandre Louis Joseph Laborde


Nom: Laborde

Prénom: Alexamdre Louis Joseph

Né à Paris en France

Nationalité: française


Alexandre Louis Joseph, marquis de Laborde, comte de l'Empire, est un archéologue et homme politique français.
Quatrième fils du célèbre financier Jean-Joseph de Laborde  et Rosalie de Nettine. Famille d'origine espagnole et béarnaise.
Écrivain et homme politique français. Le député libéral en 1822, a participé à la révolution de 1830. Il a collaboré plus tard avec Luis Felipe. Auteur de Itinéraire descriptif de l'Espagne (1808) et Voyage historique et pittoresque de l'Espagne ( 1806-1820 ) .
Le Voyage pittoresque de l’Espagne, dont le premier volume était publié en 1806, il est basé sur un double concept:scientifique et esthétique. Le Voyage de Laborde représentait des aspects inédits et des paysages pittoresques, des monuments et des villes de la Catalogne, de Valence, de l'Andalousie et de l'Estrémadure et de Castille. Le travail se compose de quatre volumes, illustré de 349 gravures de grande qualité. Pour sa préparation a été nécessaire de rassembler un grand nombre d'illustrations par une équipe d'artistes et de designers.

martes, 27 de octubre de 2015

Dauvilliers, page 744


"Amateurs connaissent ces faïences à fond bleu, ornées de petits dessins à reflets métalliques, et qu'on a appelées sans raison plausible siculo-arabes *"



DAUVILLIERS, L’Espagne, page 744



"Los aficionados conocen muy bien estas lozas azules, adornadas con pequeños dibujos con reflejos metálicos, y que se lamaron sin razón creíble siculo-árabes *."




*Nota  del traductor: El siculo-árabe es un conjunto de hablas dialectales del árabe, que se formaron como consecuencia de la conquista bereber de Sicilia y el archipiélago maltés. Source: Wikipédia

Routier, page 28

"Tous cela pique l`intérêt , mais n`exciterait pas d`enthousiasme si l`on n`apercevait au-dessus de cette mer de tuiles rouges qui recouvre Burgos , le dôme et les clochers de la Catèdrale , pareils à dìnnombrables màts de navires."

Routier, A, B, Lettres de voyage à travers l`Espagne 1889 

" Todo esto pincha (1) interés, pero no excitaría entusiasmo si no se percibía (2) por encima de este mar rojo de tejas que recubre Burgos, la cúpula y los campanarios del catedrales (3), iguales a numerables (4) mástiles de buques. "

1 produce
2 percibiera
3 de la catedral 
4 innumerables


ESTE TEXTO  HABLA DEL PAÍS VASCO???  Revisa la etiqueta

Routhier, page 30


"Non, je renonce à ce travail impossible. C'est quand
on a vu ces merveilles que l'on sent combien les hom-
mes d'aujourd'hui sont petits. La foi et le génie qui

élevaient ces monuments ne sont plus, et ne feront

jamais ces merveilles que les XIIIe, XlVe et XVe siècles nous ont léguées."

Routhier A. B. Lettres de voyage à travers l'Espagne 1889, page 30

"No, yo renuncio a ese trabajo imposible. Es cuando hemos visto esas maravillas que (1) sentimos que los hombres de hoy son pequeños. La fe y el genio que erigían esos monumentos ya no están y no harán jamas esas maravillas que los siglos XIII, XIV y XV nos han legados."
1 cuando

Biographie de Édouard Forestié

Nom: Forestié
Prénom:  Édouard
Né à Montauban (France)
Nationalité: française

Nous ne savons pas beaucoup á ce sujet, mais nous avons de son biblographie:


  • Histoire de L'Imprimerie Et de La Librairie a Montauban: Bibliographie Montalbanaise, Avec Reproductions de Gravures Sur Bois Ou Sur Cuivre.
  • Tra los montes : Barcelone, Palencia, Burgos, souvenirs et impressions de voyage.
  •  Notice Historique Sur La Fabrication Des Draps a Montauban, Du XIV Siecle a Nos Jours (1883)
  •  Les Livres de Comptes Des Freres Bonis, Part 2: Marchands Montalbanais Du 15 Siecle (1893)
  • Notice Historique Sur La Fabrication Des Draps a Montauban, Du Xive Siecle a Nos Jours
  •  Les Anciennes Faienceries de Montauban, Ardus, Negrepelisse, Auvillar, Bressols, Beaumont, Etc., (Tarn-Et-Garonne)...
  •  La vie municipale au XVIe siècle d'après les comptes consulaires de Montauban pour 1518

Biographie de Adolphe Pierre de Bourgoing



ADOLPHE PIERRE DE BOURGOING

NOM: Pierre de Bourgoing
PRENOM: Adolphie
NÉ: Le 19 mars, en France (1797)
NATIONALITE: française 
 
Parents
François Philippe de Bourgoing (1751)
M. Céleste Marion de Givry (1770)

Union(s) et enfant(s)
Marié en 1827 avec Marie de Faun Long 1806-1880 (parents. Théodore de Faun Long 1777-1845 y Eugénie de Foudras 1777-1816)
Philippe de Bourgoing la Baume de Bourgoing baron de Bourgoing1827-1882

Routhier, page 25


"Nous faisons nos adieux à l'Océan, car nous ne le verrons plus qu'à Cádiz, et nous entrons dans les Pyrénées dont les cimes neigeuses découpent l'horizon.

Le chemin de fer suit les sinuosités de la rivière Urumea, profondément encaissée dans les montagnes, et de distance en distance il s'engage résolu dans d'immenses tunnels.

La nuit vient, et la couche de neige qui recouvre le sol s'épaissit. Le train se ralentit, et je commence à craindre qu'il ne s'arrête tout-à-fait au milieu de ces gorges profondes et inhabitées. Le froid augmente, et nous grelottons sous nos fourrures."




ROUTHIER, A,B. Lettres de voyage à travers l'Espagne, 1889, Page 25



"Nos despedimos en el Océano, porque no los veremos más que en Cádiz, y entramos en los Pirineos cuyas cimas nevosas recortan el horizonte. El ferrocarril sigue las sinuosidades del río Urumea, profundamente cobrada (1) en las montañas, y (2) se mete decididamente en los túneles inmensos. La noche viene, y la capa de nieve que recubre el suelo se espesa.

El tren va más despacio, y comienzo a temer que se pare completamente en medio de estas gargantas profundas y deshabitadas. El frío aumenta, y temblamos bajo nuestras pieles."

1 encajado entre 
2 y de trecho en trecho